Durante el siglo XIX la nobleza rusa tomaba las reglas de etiqueta como un arte social que le hacía tener prestigio dentro de círculo social local y extranjero.
Cada movimiento, espacio y acción antes, durante y luego de la comida tenían un significado bien entendido entre los comensales más cercanos que dejaban muy en claro la posición de cada miembro dentro de la nobleza rusa.
Principales reglas de etiqueta que respetaba la nobleza rusa en el siglo XIX:
El lugar del asiento en la mesa
Cada asiento en la mesa guardaba un significado con respecto a la relación que se tenía con la nobleza.
A la cabecera de la mesa se sentaba la persona con mayor poder, a su derecha se sentaba la esposa y el lado izquierdo se guardaba para cualquier persona invitada a la que se apreciara mucho, era un puesto de honor.
El resto de los puestos eran para los familiares y amigos, mientras más lejos se sentase una persona de la cabecera menor posición social o menor relación se tenía con la nobleza.
El tipo de vajilla
Las vajillas más pesadas de plata se dejaban para cuando se tuvieran invitados especiales.
La vajilla común era utilizada para la comida diaria. Era frecuente encontrar que las servilletas tuvieran bordadas las iniciales del anfitrión de la cena.
Tener un chef extranjero
El trabajo de un chef de cocina era muy bien valorado dentro de la nobleza rusa; incluso tener un chef extranjero era una situación que ameritaba presumir entre invitados y amigos; ya que darse este lujo sólo era posible entre terratenientes muy ricos.
Hora puntual para el almuerzo
La hora del almuerzo era entre doce y una, rara vez pasaba de la una. Respetar este horario de comida se consideraba esencial para mantener las reglas de etiqueta dentro del hogar de la nobleza.
Pocas personas se les permitía comer fuera de este horario, por ejemplo a las dos almorzaban personas de la nobleza a las que se les reconocía la importancia de su presencia en otros lugares a la hora de la comida.
La conversación dentro de la comida
Mantenerse callado a la hora de comer era un símbolo de mala educación por parte de la persona que lo hacía, el silencio se consideraba un manejo inadecuado de las emociones.
Mantenerse conversando era lo más prudente sobre temas del día a día. Estaba prohibido hablar de temas de enfermedad, relacionados con la servidumbre o temas polémicos como de política o el romance.
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